jueves, 24 de abril de 2014

La joya de la Corona




Dado que las últimas entradas del blog han sido bastante exigentes en el plano intelectual voy a dedicar el día de hoy a una entrada ligerita y de “transición” a la vez que aprovecho para continuar mi serie sobre fotografías paisajísticas del s. XIX. En este caso vamos a seguir con la India a la que ya había dedicado una primera entrada hace poco. El otro día hablamos de los contrastes sociales y vimos unas cuantas fotografías al respecto, hoy simplemente dejaré aquí algunas escenas de la vida diaria, sobre todo en las ciudades, así como imágenes que recogen el aspecto arquitectónico de las grandes urbes por entonces.  

De hecho el caso de la India británica es peculiar porque contamos con muchísimo material gráfico al respecto, algo que no es demasiado habitual. Lo cierto es que reconstruir visualmente África o Sudamérica en el aquel período es mucho más difícil, e incluso otras zonas controladas por los británicos como el caso de Egipto (al que también dedicaré una entrada en su día) cuentan con muchos menos registros en cuanto a archivos fotográficos, al menos digitalizados y más o menos abiertos al público. Por el contrario, debido a razones etnográficas y estratégicas, el gobierno británico estimuló el registro fotográfico de sus posesiones en el subcontinente Indio y las colonias británicas anexas, gracias a lo cual esas zonas aisladas paradójicamente son quizás una de las partes del mundo más y mejor fotografiada entre 1850 y 1900 si exceptuamos Europa occidental y los EE.UU. Debido a eso hoy en día se conserva una memoria visual magnífica de lo que fue la India colonial británica en aquel período. Y desde luego se agradece porque es un festín visual.    

Básicamente los archivos fotográficos decimonónicos para la India colonial se remontan a la década de 1850. Bastante precoces por tanto. Hay que tener en cuenta que las primeras fotografías consideradas como tales se remontan a los años 20 de aquel siglo en Europa, pero hasta finales de los años 30 realmente no se empezó a difundir la nueva técnica para captar imágenes y además la tecnología disponible era muy costosa, precaria y poco conocida por aquel entonces.  

Pues bien, a partir de esos años 50 del s. XIX en el caso de la India británica uno de los primeros fotógrafos que desarrolla un trabajo apreciable de documentación es curiosamente un alemán llamado Frederick Fiebig, litógrafo, profesor de piano y fotógrafo aficionado, cuyo trabajo nos interesa porque desarrolló una técnica para dar color a mano a sus trabajos, lo que dota a sus imágenes de bastante modernidad para la época en que trabajó. Fiebig nos dejó por ejemplo la primera documentación visual extensiva de la ciudad de Calcuta, unas 250 fotografías, así como otras tantas fotografías de Madrás (la actual Chennai) o Sri Lanka.    

Aunque su trabajo a mi no me gusta, porque adolece de la calidad y creatividad del de otros pioneros que hemos citado aquí, hay que admitir que Fiebig fue en la medida de sus posibilidades el gran precursor de la fotografía sistemática de paisajes y ciudades en la zona. Tras ello su ejemplo se extendió debido a que durante aquella década se expandieron por las principales urbes de la India diversas Sociedades Fotográficas formadas por otros aficionados a la novedosa práctica de plasmar imágenes mediante máquinas; aficionados que deseaban a su vez dar ellos también rienda suelta a su pasión. A la vez más o menos desde 1856 la moribunda East India Company empezó a promocionar el registro fotográfico de sitios arqueológicos en la India animando a militares y funcionarios de la administración colonial a tomar fotografías de cuantas ruinas y monumentos se encontrasen en el curso de sus viajes al interior de la colonia. Una iniciativa que luego fue refrendada por los diversos gobernadores de la colonia una vez que, poco después, la Corona asumió el control directo de sus posesiones en la zona.  

Debido a todo ello entrados los años 60 la fotografía ya se había extendido por las grandes urbes del subcontinente e incluso se multiplican las iniciativas comerciales de venta de fotografías como recuerdos para visitantes y viajeros. En consecuencia, durante la segunda mitad del s. XIX se realizaron unas ¿20.000? fotografías de buena calidad sobre la India y las zonas próximas, caso de Afganistán, Pakistan, Nepal, Myammar y algunas otras regiones más o menos cercanas y en la órbita británica. La mayoría de ese material, de hecho, nos ha llegado a través de fondos como el “Asia-Pacífico” conservado en la British Library. Entre todas esas imágenes destacan los trabajos de fotógrafos como: John Murray quien realizó un complete registro fotográfico de la arquitectura mogola en el norte de la India; Samuel Bourne, quien entre 1863 y 1870 produjo una magnífica colección de fotografías sobre la arquitectura y las costumbres en las zonas limítrofes al Himalaya (parte de la cual veremos otro día); o John Forbes Watson y John William Kaye autores del primer registro comprensivo de la etnografía del subcontinente gracias a una obra ilustrada de ocho volúmenes llamada The People of India publicada entre 1868 y 1875. 

Finalmente, siguiendo el camino abierto por todos esos pioneros, con el tiempo también algunos habitantes locales se animaron a seguir el ejemplo de los europeos y fotografiar su tierra, caso de Lala Deen Dayal uno de los primeros fotógrafos indios de renombre. Lala comenzó su carrera en los años 70 en Bombay, poco después se convirtió en fotógrafo de cámara de Asaf Jah Mir Mahboob Ali Khan Siddiqi, sexto Nizam de Hyderabad. Y voy a hacer un inciso.

Asaf resulta un personaje interesante por su fijación con la caza de tigres (de la cual espero hablar algún día en este blog) y también porque explotó una creencia por entonces en decadencia en Europa, la del supuesto poder taumatúrgico, sanador, de los gobernantes (aspecto curioso al que Marc Bloch dedicó una monografía en 1924). Más o menos hasta el s. XVIII (en Francia en 1825 fue la última vez que un soberano dedicó un día al año para tocar las escrófulas purulentas de sus súbditos) diversos monarcas franceses o ingleses legitimaban su poder entre otras cosas en base a la falsa creencia popular de que poseían poderes curativos mágicos o eran inmunes a los ataques de animales salvajes. Debido a ello un determinado día del año sus sufridos súbditos hacían cola para ser tocados por su rey como si fuera una visita a Lourdes (y lo mejor de todo es que algunos de ellos se sentían curados después de eso; una muestra más de lo "fácil" que es hacer milagros si cuentas con un auditorio predispuesto suficientemente numeroso). Tras eso el resto del año el soberano en cuestión tenía vía libre para seguir dando por el culo a su pueblo -metafóricamente o no- ya que a fin de cuentas quedaba "demostrado" que el generoso monarca no solo gobernaba por gracia de dios sino que estaba investido de la misma. 

     En esta línea Asaf Jah, gobernante de Hyderabad, no quiso ser menos y hasta patrocinó la publicación de una hagiografía donde se le atribuía el poder de curar con su sola presencia las picaduras de serpientes sufridas por sus súbditos. Por supuesto hoy en día la gente es mucho más inteligente y no se cree estas cosas. Eso sí, nuestros gobernantes siguen pudiendo... fastidiarnos, con relativa impunidad. Lo que hacen en el presente para imbuirse de un halo de intangible carisma -en vez de curarnos las pústulas por imposición de manos- es fotografiarse al lado de algún deportista famoso, joven y guapo que acabe de ganar alguna competición de lo que sea. No es lo mismo pero parece que más o menos funciona (además, por ejemplo, ¿quien no ha oido eso de que la Familia Real española "da suerte" a los deportistas patrios cuando disputan una final?).    

Por cierto, en cuanto a Lala Deen, tras la estresante experiencia en la corte del Nizam de Hyderabad se buscó un trabajo más tranquilo como fotógrafo del primer marqués de Dufferin, por entonces (1885) Virrey de la India. Fin del inciso. 

Lo que nos interesa es que al final de todos esos trabajos queda un legado de múltiples fotos de aburridos posados de jerarcas, vistas frontales de templos, fotografías de fortificaciones y pasos de montaña estratégicos. Pero de entre toda esa maraña he escogido para hoy algunas fotografías, todas ellas de entre 1855 y 1890, las cuales me parecen interesantes porque más o menos logran capturar lo que podía ser la vida cotidiana de la época (uno de los aspectos más complicados de reproducir para un historiador ya que resulta mucho más fácil estudiar las grandes campañas militares o los ciclos económicos que simplemente contestar a la pregunta de cómo se peinaban, se vestían o trabajaban las gentes del pasado). En esa línea en las fotos de hoy se pueden ver cosas difíciles de apreciar solo a través de los libros, por ejemplo los enormes contrastes étnicos de la India, el tamaño de las antediluvianas fortalezas que aún se erguían en las cercanías de algunas de las grandes ciudades, la magnificencia de la arquitectura de los palacios -aunque muchos ya se encontraban en franca decadencia por entonces-, la miseria en que vivía gran parte de la población (en una foto vais a ver dos mujeres recogiendo boñigas por las calles, mierda que luego se usaba en las casas de los más pobres para cosas que no creeríais), el sorprendente atraso de los métodos agrícolas, en contraste la abundancia de artesanos en las ciudades, así como la inmensidad de las masas humanas que se agolpaban en los mercados y las plazas.   

Espero que os guste la galería (como siempre pinchando en las imágenes podéis ampliarlas prácticamente a tamaño de pantalla completa, la mayoría tienen bastante buena resolución).  



      
       
 
 
 
 


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