Presentación


El papel del historiador consiste en recordar lo que los demás prefieren olvidar.

Tony Judt







En una escena de La profecía 2, la maldición de Damien, el protagonista, todavía un adolescente, experimentaba una dura confrontación con su profesor de historia en la academia militar donde asistía a clases. La conversación se desarrollaba más o menos como sigue:

- ¿Lo sabe todo acerca de las campañas de Napoleón?
- Sí, se algo, señor.
- ¿Ah, sí?, ¿cuántos hombres perdió en su marcha hacia Moscú?
- Cuatrocientos cincuenta mil, señor.
- Fecha.
- 1812. Fue depuesto como emperador en 1814.
- ¿Su muerte?
- 1821.
- Batalla del Nilo.
- 1799.
- Trafalgar.
- 1805.
- Guerra de los Treinta Años.
- ¿Comienzo o final?
- Comienzo.
- 1618.
- Principio de la Peste Negra.
- 1348.
- Muerte de Lincoln.
- 1865.
- Carlos I.
- 1649.

… y bueno, la lista de grandes nombres, batallas y datos se prolongaba todavía un buen rato mientras el profesor le interrogaba sobre fechas relacionadas con Oliver Cromwell, Thomas More y Thomas Beckett, Marat, Danton, Sócrates, Drake, Aristóteles, Julio César y varios hombres ilustres más, siempre con Damien, por supuesto, acertando la respuesta a todas las preguntas. No en vano era el Anticristo.

Obviamente cuento esta anécdota como ejemplo de lo que NO es o no debe ser la historia, ni en tanto que disciplina académica ni como mera asignatura escolar. Durante el aprendizaje el estudio de las ciencias naturales debe servirnos para comprender entre otras cosas que la naturaleza y el mundo físico que nos envuelven -y más en general el propio universo- responden a reglas matemáticas, a la influencia de fuerzas, a relaciones de causa y efecto que podemos identificar y en ocasiones controlar. Por su parte el estudio de las disciplinas humanísticas debería tener como propósito inculcar la idea de que las sociedades humanas en cierta forma también responden a relaciones de causa-efecto comprensibles y analizables a través de nuestro razonamiento. Un individuo aislado puede resultar indescifrable para los demás, pero las acciones de millones de individuos, distribuidos por el espacio compitiendo por los recursos y operando a lo largo de períodos de tiempo amplio, suelen responder a reglas. Y para intentar poner algunos ejemplos de esto que digo, a ser posible contados de forma amena e intercalados de vez en cuando con algunas narraciones de tono más lúdico, he creado este blog.

También pretendo combatir a través de él diversas ideas nocivas, muy habituales en cuanto a la difusión de la historia o el arte en nuestro tiempo. Por ejemplo la manía de perpetuar un relato del pasado en clave local o nacional y dedicado sobre todo a la exaltación las glorias patrias.

Vivimos en un mundo globalizado en el que además la cuestión laboral cada vez resulta más precaria. Estudiar y luego repetir como autómatas la típica serie de eventos que se enseña en los libros escolares, siempre con la propia región, luego el país y finalmente Europa occidental como centro de la historia mundial y de la evolución universal del arte, no sirve para nada. Lo anterior resulta ridículo y es una tendencia condenada a desaparecer dentro de diez, veinte o cincuenta años. Empecemos a adelantarnos a ello. El mundo hace tiempo que tiene como centro el Pacífico ya no el Mediterráneo o siquiera el Atlántico y es algo que habrá de reflejarse hasta en la cartografía de los libros de texto tarde o temprano. De igual manera hay que cambiar nuestro punto de vista y empezar a estudiar la historia y el arte de otros continentes en profundidad, sobre todo en lo tocante a determinados períodos particularmente significativos. La perspectiva desde la que se cuenta la historia debe madurar, alcanzar su mayoría de edad y hacerse global de la misma manera que lo es ya de facto el mundo en el que vivimos. 


Las Humanidades en definitiva no pueden continuar obedeciendo a planes de estudio basados en el “nosotros” contra “los otros”, modelo que ha sido el enfoque básico de los libros de texto de historia durante los últimos doscientos años. Esa es una aproximación que en esencia solo sirve para perpetuar el planteamiento decimonónico de la enseñanza de Humanidades en la escuela como herramienta de “nacionalización” de los alumnos.

Hoy en día los viajes y movimientos de personas resultan cada vez más frecuentes en relación con el turismo, la emigración, así como los continuos cambios de domicilio o de trabajo en el seno de nuestras modernas sociedades de la información. En relación con todo ello si para algo puede servir hoy el conocimiento de la Historia no es desde luego para identificarse más fervientemente con el patriotismo de base étnica sino para empezar a familiarizarnos con otras sociedades y culturas. Luego, a partir de ahí y en paralelo al aprendizaje de idiomas, deberíamos encontrar más fácil el interactuar con individuos pertenecientes a otras “tribus” distintas de aquella en la que nacimos. A fin de cuentas vamos a tener que hacerlo, queramos o no.

Por otro lado la enseñanza de arte no debería seguir autolimitándose a una tarea descriptiva basada en analizar rasgos formales y puramente estéticos. El arte ha sido desde tiempos inmemoriales un medio de propaganda al servicio del poder y de las ideologías establecidas, en algunas ocasiones ha funcionado por el contrario como elemento de crítica a estructuras sociales y políticas, y desde luego casi siempre ha sido un elemento de acumulación y ostentación de riqueza. Esta página también quiere intentar plasmar esa dimensión demasiado ignorada del arte, aunque sea solo de vez en cuando. 

En relación con todo lo mencionado este blog pretende asimismo combatir una tendencia, muy habitual en la red, dirigida a reducir la Historia a una colección de anécdotas divertidas, picantes o heroicas, o bien una mera crónica de sucesos bélicos, así como el Arte a la contemplación de cuadros bonitos desprovistos de contexto.

Lo anterior resulta insustancial, impide desarrollar una auténtica visión global sobre el pasado y en última instancia lo único que consigue es castrar campos de conocimiento con un enorme potencial reflexivo convirtiéndolos en proveedores de vulgar entretenimiento sin mayor sustancia.  

Por el contrario la enseñanza de Humanidades, bien enfocada, sirve ante todo para formar personas con una tendencia al pensamiento crítico. O al menos capaces de agudos análisis de conjunto respecto a la sociedad, la política y la cultura. Un humanista debe pensar en términos de procesos, de estructuras, debe ser capaz de relacionar las mutaciones económicas con los cambios sociales y todo ello a su vez con la preeminencia de ciertas estructuras políticas o las variaciones en las tendencias culturas e ideológicas en boga. Como dije al principio de estas líneas no se trata de memorizar fechas puntuales o nombres de personalidades, batallas, tratados y grandes acontecimientos, sino que lo importante es intentar explicar el porqué de esos hechos y establecer relaciones de fondo entre ellos.


En ese sentido creo que era Carl Sagan quien decía que "la ciencia es más que un conjunto de conocimientos: es una manera de pensar". Pues bien las Humanidades (aunque personalmente no considero que sean un tipo de pensamiento científico propiamente dicho, ni falta que hace) también implican una cierta manera de pensar. Si el estudio de las ciencias al uso debe servir para inculcar rasgos como la curiosidad, la rigurosidad y el escepticismo, por su parte los saberes humanísticos, aunque sea a través de un camino distinto, también pueden y deben suponer algo semejante para todo aquel que se acerque a ellos.  

Por último no quiero dejar de advertir algo que cualquier persona interesada por el estudio del pasado ha de tener presente: no sabemos cómo ocurrieron en realidad las cosas hace cientos o miles de años. El análisis de la historia o el arte del pasado rara vez nos va a proporcionar verdades incontrovertibles. Podemos establecer teorías y lanzar hipótesis plausibles basadas por supuesto en la lógica así como en diversas evidencias documentales o arqueológicas. Pero al final de la jornada lo cierto es que raras veces podremos sentirnos cien por cien seguros de conocer los motivos tras tal o cual hecho histórico. 

Afortunadamente lo anterior no es algo tan grave como pueda parecer porque la razón para mirar el pasado no es propiamente el conocerlo sino aprender de su estudio, de su laborioso análisis, para volvernos más suspicaces y dotarnos de categorías y mecanismos con los que analizar nuestro propio presente, que es lo que importa de verdad. A fin de cuentas vosotros y yo vivimos aquí, ahora, en este preciso tiempo histórico. Aunque eso a mí en particular me resulte un fastidio.   


3 comentarios:

  1. Liberarse de los límites que se establecen la directa percepción de lo propio, requiere de un sobre esfuerzo para el que no es suficiente la simple educación, aunque esta sea Superior

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    1. Muy cierto. La educación ayuda bastante, pero por desgracia no es suficiente.

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  2. Somos depredadores con mil facetas...pero siempre depredadores...

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