domingo, 25 de enero de 2015

El mundo islámico de finales del s. XIX a los ojos de los primeros fotógrafos europeos


- ¿Sabe lo inútil que es la oración?, salmodiar, cantar y hacer el bobo con viejos versos medio olvidados de mala poesía, ¿sabe dónde le conduce?, a nada de nada. Llevo predicando más tiempo del que usted lleva respirando y he aprendido lo suficiente como para saber que los dioses no atienden a plegarias, estamos aquí solos, así es como está establecido, debemos encontrar nuestras respuestas, nuestra salida del laberinto sin un sendero soleado ante nosotros trazado de antemano.

- Es lo que intento hacer, intento encontrar mi camino…

- No lo encontrará sin ver cuál es el problema, y el problema es que está hecho polvo en cuerpo y mente, usted, los dioses no, ni el destino o el universo, no, usted.

- Pues me levanta la moral.

Battlestar Galláctica, segunda temporada, capítulo “Libérate de tus problemas”.



Hoy vamos a ver fotografías que nos muestren como era el mundo islámico en el s. XIX, cuando su atraso aún podía ser considerado exotismo, antes de que el desmembramiento del Imperio otomano y la consiguiente penetración colonial europea en el Norte de África y Oriente Medio, la migración sionista a Palestina, así como otra serie de procesos ocurridos entre finales del s. XIX y las postrimerías de la Iª Guerra Mundial, alterasen definitivamente el espacio en que históricamente se asentó esa religión.

Para ello, como casi siempre, tenemos que usar el material que nos han legado diversos exploradores y aventureros europeos a partir de mediados de ese siglo XIX. El primero de ellos a quien acudir es Joseph Philibert Girault de Prangey (1804-1892) ya que sus primitivos daguerrotipos forman parte de las primeras imágenes modernas captadas sobre Siria o Palestina. Concretamente durante un viaje realizado entre 1842 y 1844 tomó cerca de 900 fotografías por toda la región, algunas de muy bella composición en tanto que Prangey era un gran aficionado a la pintura y poseía un verdadero talento artístico que plasmó en su labor como fotógrafo. De hecho las imágenes que captó no estaban pensadas para enseñarlas directamente sino para documentarse de cara a realizar a posteriori un libro con litografías. Desgraciadamente su trabajo original se perdió hasta bien entrado el s. XX y el resultado de ello fue que el material superviviente, recuperado ya en mal estado, se resintió en cuanto a su calidad, lo que no impide que los restos del mismo se coticen hoy en día en ciertos mercados de subastas especializadas.

lunes, 19 de enero de 2015

El Cristo transformista y las vírgenes barbudas


No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer, porque abominación es ante Yahveh tu Dios cualquiera que esto hace.

Deuteronomio 22:5

- Dios no es viejo, ni joven, ni hombre, ni mujer, ni blanco, ni negro...
    - No, ese es Michael Jackson, padre.

    Ricardo Darín hablando con un párroco en "El hijo de la novia". 


                                            


Hace unas semanas se realizó la prueba del Carbono-14 al supuesto cráneo de San Lucio, un obispo romano del s. III cuya calavera constituye una de las escasas reliquias en poder de la Iglesia luterana de Dinamarca. Sin embargo los resultados arrojados por dicho análisis fueron que el cráneo conservado actualmente en la catedral de Roskilde -el cual lleva venerándose en el país nórdico más o menos desde la Baja Edad Media- en realidad procede de un hombre que murió en algún momento del período entre los años 340 y 431 de nuestra era. Eso es un problema ya que el San Lucio histórico falleció en el año 254.  

domingo, 11 de enero de 2015

La niña que pintaba monos


El amor por el arte y saber sujetar un pincel no te convierten en artista, necesitas un misterio interior.

Geoffrey Rush en “La mejor oferta”.


                                                 


   Dentro del arte contemporáneo existen diversos artistas obsesionados con los animalitos. 



   Uno de los más conocidos es el holandés Florentijn Hofman creador de toda una serie de obras más o menos iguales y llamadas “Patito de Goma”. 


                                          
  También es el autor de “HippopoThames”.


                   
 Una obra pensada para ser exhibida en Londres y en el río Támesis (¿lo pillan?, Hippopo… Thames, ¿sutil, eh?). Asimismo Florentijn también ha elaborado diversos “Conejito”. 


                                                                                  
Pero en el mundo oriental el arte "modenno" y más el relacionado con animalitos ya no ha sido algo tan frecuente. Por eso voy a recuperar la historia de una joven china hoy olvidada pero que en su momento fue calificada como “la Picasso de Oriente” por los críticos de arte de los grandes medios occidentales, todo ello en base a su habilidad para dibujar monos.

miércoles, 7 de enero de 2015

El arte de Hasui Kawase


La fama es fugaz pero el anonimato es eterno.

Napoleón Bonaparte 





 Hoy vengo a traeros una coqueta galería de imágenes. En este caso son estampas de ukiyo-e, ese peculiar campo artístico japonés dedicado a los dibujos para grabados y del que ya he hablado anteriormente en un par de entradas del blog. Concretamente las imágenes que se incluyen al final de esta entrada pretender servir para transmitiros una idea general sobre la obra de Hasui Kawase (1883-1957). 

   ¿Por qué él?. Lo interesante de la obra de este autor es que se ubica a medio camino entre la pintura japonesa tradicional y otras corrientes más modernas sin que pueda adscribirse decididamente a ninguna de ellas. Para ser precisos su obra debe incluirse en lo que se conoce como movimiento shin-hanga, el cual se desarrolló en Japón entre los años de la Iª Guerra Mundial y los inicios de la Segunda, tras la cual desapareció.

jueves, 1 de enero de 2015

El samurái improbable


¿Qué hacer si el ruiseñor no canta?
Nobunaga dice “¡Mátalo!”.
“Haz que quiera cantar”, ordena Hideyoshi.
Ieyasu responde: “Espera”.

Inicio de “Taiko”, de Eiji Yoshikawa.



Tras el éxito de “El último samurái” (2003), hermosa película protagonizada por Tom Cruise transmutado en samurái, se despertó un cierto interés por conocer y recuperar casos de extranjeros que, a imagen de la ficticia historia narrada en ese film, se hubiesen llegado a convertirse realmente en samuráis.

En el fondo se trata de una historia mil veces vista pero que aún así siempre suscita fascinación. La historia del hombre que, inmerso en una sociedad totalmente ajena a la suya de origen, por las circunstancias que sean, acaba identificándose tanto con su nueva cultura de adopción que no solo llega a ser aceptado en el seno de un pueblo extranjero sino que incluso a veces termina por una posición predominante en el seno de dicho pueblo a la hora de resistir contra fuerzas externas. Desde el mito de Gonzalo Guerrero a la historia de Lawrence de Arabia hablamos de un arquetipo tan viejo como la propia humanidad.

Volviendo al caso japonés el problema es que la película citada fijó el interés en un período de la historia de Japón (finales del s. XIX) durante el cual la cultura tradicional japonesa ya se encontraba sumida en una irreversible crisis. De hecho, para entonces, el período de paz y aislamiento vivido por Japón desde comienzos del s. XVII había pasado factura a la casta samurái, la cual se había vuelto mucho menos diestra y preeminente que antaño. Por contra en esos momentos la cultura occidental lanzaba su famosa "carga del hombre blanco" por todo el globo. En ese contexto a comienzos de la época contemporánea existieron pocos extranjeros que lograran más o menos penetrar la coraza de la cultura japonesa; además en la mayoría de los casos ese hecho se debió a una simple atracción transitoria por el exotismo de lo oriental y no a un cambio vital realmente completo.

Si queremos por tanto buscar una historia de transformación personal un poco más intensa tenemos que partir de una tumba encontrada en 1872. En esa fecha un tal James Walters, un occidental de viaje por Japón, encontró dos estelas que atribuyó a una pareja de un inglés y su esposa japonesa muertos hacía más de 250 años. Siguiendo esa pista debemos por tanto remontarnos a otra época diferente del s. XIX, en concreto a finales del s. XVI y principios del s. XVII, cuando la cultura samurái todavía se mantenía pura y activa. Una vez allí vamos a intentar aproximarnos a la historia no del último samurái extranjero sino de los primeros samuráis nacidos fuera de Japón -e incluso del Extremo Oriente- a ver si localizamos al primero de todos ellos.